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MICHES.- ¿Cuántos pueblos del país, de nombres evocadores, decepcionan al visitante que espera encontrar algo parecido al Edén y se topa con un viejo y descuidado caserío? Muchos. La mayoría espera a que sea la siempre lenta caridad gubernamental la que le lleve el progreso y, de la noche a la mañana, le construya un espacio digno y agradable a la vista. Otros deciden tomar conciencia desde el seno de la comunidad y en poco tiempo descubren que, con un mínimo de esfuerzo, pueden convertir el cuchitril en el que viven en un lugar atractivo y decoroso.
En el caso de Miches, paraíso costero de la provincia El Seibo que poco a poco se desprende de su mote como punto estratégico de viajes ilegales, drogas y narcotráfico, la cooperación y la toma de conciencia llegó de quienes parecían no tener interés alguno en el medio ambiente y en los asuntos sociales: los jóvenes. ¿Cuánto les tomó comprender que de nada vale tener 35 kilómetros ininterrumpidos de playa y un ecoturismo diverso y atractivo si sólo la basura y los malos olores parecen disfrutar del lugar? Muchos años. Pero ese Miches quedó en el olvido y desapareció de la lista de los pueblos costeros con apariencia de viejos caseríos. De ello se ha encargado la Brigada Verde de la ciudad.
Un comienzo difícil
Animados por Aaron Arnoldy, joven voluntario del Cuerpo de Paz de la Embajada de Estados Unidos en República Dominicana, y por el escritor y gestor cultural Sélvido Candelaria, hace casi dos años se formó el equipo que dejó conformada la Brigada Verde del municipio.
Todo comenzó con una reunión en el liceo en la que Arnoldy y Candelaria motivaron a los chicos a formar un grupo que velara por los recursos naturales de Miches.
Así comenzaron las charlas educativas y los viajes de redescubrimiento. Un mundo de oportunidades y atractivos culturales se abría paso en las calles descuidadas de la ciudad. Los límites se ampliaron y en el horizonte aparecieron los mangles, lagunas, ríos, galeones hundidos, los pájaros, la naturaleza... No es que los jóvenes no supieran que todo esto estaba allí y que formaba parte de Miches. Es que no habían notado cuán importante era preservarlo.
“La riqueza de Miches son sus recursos naturales. Es un pueblo pobre, pero tiene mucho potencial”, dice Aaron, contento con los resultados de la Brigada. “El grupo va muy bien. Los chicos se han animado y se nota que les importa el medio ambiente, por lo menos más que antes”.
Aaron, quien es también el asesor técnico de Artemiches, el festival cultural que cada año organiza Candelaria y un grupo de artistas de Miches, asegura que al principio fue difícil “porque hay miembros que vienen y van” pero que ya tienen el grupo fundamentado.
“Fijos hay unos 15, y entre los que vienen y van alcanzamos los 25 jóvenes”, explica. Si le sirve de consuelo, el testimonio de Luisa María Mercedes indica que siempre habrá jóvenes disponibles.
“Recuerdo que fueron a la escuela y seleccionaron cinco personas para formar parte de Brigada Verde y me sentí muy mal porque no me invitaron; pero me aparecí en la reunión, me senté y al ver al grupo de jóvenes trabajando me motivé, porque siempre me ha gustado participar en cosas de medio ambiente. Y ahora formo parte del grupo”. ¿Qué hacen?
“Hacemos excursiones, hablamos sobre los manglares, limpiamos la playa, orientamos a las personas...”, dice Luisa María.
El nuevo Miches
Y ahí está el cambio. Miches es ahora mucho más agradable a la vista que hace dos años. Aunque Aaron diga que “no son muy obvios”, los visitantes frecuentes notamos los cambios.
“Los cambios más bien se ven en la práctica personal de cada uno de los muchachos y de las personas a las que tratan de educar, como es el caso de tirar la basura a la calle. La brigada sirve de ejemplo y de educadores”.
Para los chicos, sin embargo, ese detalle (no tirar basura) es una especie de hazaña. Y de las grandes. Jorge Rodríguez, vicepresidente de la Brigada, lo reconoce.
“He sentido una gran motivación y como persona he sentido muchos cambios a partir de mi entrada a Brigada Verde. Para mí era muy fácil tirar a la calle algo tan simple como la envoltura de una menta. Ahora siempre tengo los bolsillos llenos de basura”, dice.
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